Media Maratón de Lima 2017

Domingo 27 de agosto de 2017. Lima, Perú.

Las horas del domingo se acercaban a la mitad de la mañana y la avenida Arequipa seguía siendo tomada por los entusiastas del asfalto, la cadencia y el dorsal al frente. La Media Maratón de Lima, en su 108ma edición fue celebrada por miles de corredores, sobretodo, por quienes superando las 3 horas incrementaban su ánimo y perseverancia por llegar a la ansiada meta, que más allá del kilómetro 10 o 21, era la de conquistarse en cada paso con una gran sonrisa y actitud. Felicidades a los corredores y la barra infaltable.

El camino del adiós

De repente vi la llave en una dicotómica situación: aferrarse o desprenderse de mi mano por primera vez en cinco años sabiendo que nunca más celará mi aposento. El abrazo con la arrendadora vino con aguacero disimulado en una alergia de la limpieza que acababa de realizar. Hice la promesa de futuras visitas que nunca haré ―por lo pronto―. Ya no volvería al barrio donde me hice correcaminos.

Sucumbí a la nostalgia.

Volteé por última vez para ver aquella puerta de fierro con el vidrio rajado, la marca del reglaje de los malhechores del barrio vecino, la ventana liliputiense y los mejores 18.81 m2 que me acogieron en la perfecta Próceres de Surco, urbanización setentera de factura Bentina  heredera de las altas densidades en baja altura ―hija madura de Previ― con su vigente calidez urbana y su arquitectura amable. Es mediodía con sol a plenitud y el ayuno improvisado pide renuncia y darle la posta a degustar los manjares surcanos. Solo hay una forma de despedirme de todo esto: corriendo.

Cojo por última vez la auxiliar de la Panamericana hacia el sur y en los árboles las aves aún conversan en sus dialectos con sus cánticos de la tarde, la Pampa Urbana está llena de pichangueros y un inusual grupo de corredores de todas las edades me acompañan en este último tramo de la av. Paseo De la República. Trepo la loma que da hacia la av. Los Próceres y me enrumbo hacia el noroeste. Adiós Pampa, en tu kilómetro cuatrocientos entrené por primera vez y fuiste inicio y destino de mis rutas. Mi primer maratón (autorganizado) lo terminé en tu norte y celebramos con un estiramiento en tus árboles añejos bajo la sombra. Adiós.

Sigo por Caminos del Inca, paso por las chicharronerias que nunca visité, el parque de la Amistad que nunca corrí, la esquina con Benavides que me da luz verde para cruzar y las veredas de cemento pulido reflejan el calor de mayo. Velasco Astete. Subamos hasta el Pentagonito. Angamos me detiene y la música por los audífonos ―Well, I´m a lucky man with fire in my hands―. Green light ―Happiness― Go.

El Pentagonito y sus cuatro kilómetros de perímetro. Voy de sur a norte, adelanto a algunos cansados y me adelantan algunos otros concentrados. En fin, la sed asoma y los bebederos están disponibles. Aquí los junios se visten olímpicos a finales del mes y es la única vez al año que le doy dos vueltas y algo más. En sus jardines que separan el cerco de concreto de la vereda pública esconden algunos tramos para los amantes del trail que calman las rodillas en su terreno suelto. Las marcas de la distancia ―cada cien metros― permanecerán aquí siempre junto al espíritu de las pisada que despintan su pintura. Pentagonito, nos vemos el próximo junio o cuando mis fondos me traigan por tu perímetro en forma de L.

San Borja Norte y sus árboles de altura pertinente para un sediento y acalorado corredor de mediodía. La pendiente es de bajada y la sombra que permite la ventisca adecuada. Extiendo los brazos en los arcos de rosales y una espina se incrusta en el anular derecho. ¡Au!. No paro, rebusco la puntiaguda causa y la extraigo como puedo. Sigo corriendo y no puedo evitar repasar el pulgar por la yema del dedo afectado. Ahí queda un poco de astilla. ¡Sigamos! No hay dolor. Cruzo Aviación, paso por las fuentes, llego al monumento de Mariano Santos, detengo una pelota en movimiento de unos niños que anotaron en una meta imaginaria. Las “gracias señor” las respondo con una sonrisa reseca. Del Parque Norte con Guardia Civil,  ahí hay un quiosco. Señora, un powerade, gatorade, sporade o hasta watergate para mi garganta. El semáforo me manda al descanso de sesenta segundos. Estiro las pantorrillas, los dedos de los pies, los músculos de la cara… luz verde, seguimos. Han pintado una ciclovía que nadie respeta, se acaba la avenida y llegué a Carriquiry. Hasta aquí llego por última vez siguiendo parte del circuito que me acompañó todo estos años. A partir de aquí, la ruta es nueva, los vecinos distintos, las distancias son enigmas, los caminos sorpresas. Adiós Surco, San Borja, Chorrillos, en sus calles me inicié corriendo 2 minutos con la lengua afuera y no paré hasta convertirme en un utramaratonista del desierto. Adiós.

Andrés Reyes, Petit Thouars, calles amplias, veredas estrechas, carros a montones, gente extraña, nuevos aires… empezar de nuevo. Llego a César Vallejo, me reciben el edificio El Dorado, el Tip Top, Mahikari, el Touring Perú… voy rumbo al parque de mi infancia, donde hace casi 30 años los domingos en familia eran de travesuras y griteríos en sus inmensos juegos de fierro oxidado, en sus bosques colmado de parejitas y cerca de la sanguchería en el mercado de Lince ―obra de Ciriani― que acogió nuestra hambre y cansancio post-juego de niños endemoniados.

He aquí el parque Mariscal Castilla con su pileta en la esquina con Guisse, su arcada de madera que me recibe jubilosa. Abro los brazos, olvido la herida, sonrío sorprendido, lagrimeo y sudo… la entrada no puede ser más majestuosa. Las aves cantan como linces, los niños rebotan su alegría en una pelota. Son la una y media, he recorrido quince kilómetros de casa a casa, despidiendo el pasado y recibiendo el futuro en este presente; y de la mejor manera: uniendo distancias y rompiendo el camino del adiós.

Lince, sábado 2 de mayo de 2015.

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Rompecaminos del desierto

Carrera en el desierto de Asia al sur de Lima organizada por Merrell Perú y Perú 8 Mil realizada el 22 de febrero de 2015. Fueron más de 10 km bajo el abrazador sol de verano donde cientos de corredores se arrojaron a conocer los límites de su cuerpo y mente. No hay mejor manera de registrar la carrera que corriendo en ella. Parte de las fotos fueron publicadas en el diario deportivo Libero el 25 de febrero.

Publicación en diario deportivo Libero 25/02/2015

Publicación en diario deportivo Libero 25/02/2015 página 21

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Más fotos en: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.828620573840462&type=1&l=73e3449738

Never stop exploring limits

Rompecaminos on trail.

PabloMerrell-16

Kilómetro 22 con 40 metros. Esta es la mayor distancia que he corrido a campo traviesa en lo que va de mi aún corta vida. Hace 7 meses que fue la última vez que corrí trepando los cerros de San Mateo de Huanchor en la sierra de Lima sobre los 4,000 m.s.n.m. Después de aquella travesía quedé lesionado de la rodilla e implicó parar cuatro meses para descansar obligatoriamente. Terco fui y corrí negligentemente un par de veces más ya no en trocha sino en asfalto. No debí hacer ello, pero no me arrepiento. Las terapias fueron intensas, los diagnósticos de los especialistas, más terribles aún, y mi ánimo decaía en cada sesión ¿Ya no podría nunca más volver a correr? ¿No cumpliré mi sueño de correr un ultramaratón de montaña? Y fue así, ya no corrí el Markahuasi Ultra Trail de setiembre pero fue lo mejor, el reposo fue necesario para recuperarme. Diciembre llegó y con ello un nuevo inicio. Prepararme para el Endurance Challenge 2015. Solo tenía 3 meses, había subido 4 kilos, unos ligeros fastidios en la rodilla y el miedo de lesionarme nuevamente. El cuerpo tiene memoria y lo puse a punto. Los entrenos en las Lomas de las Viñas y el Morro Solar activaron los dolores. Ir lento fue la estrategia para aprender a postergar el dolor. Trabajé el core yendo a los gimnasios urbanos de los parques por que los normales no abren a las 5 de la mañana. Esta carrera empezó a las 4:30 de la mañana en plena oscuridad y con la temperatura propicia para refrescar los cuerpos calientes. Trepamos temprano. Ahí adelanté a varios, como buena cabra de monte que aprendí a ser, pero con cuidado. Nunca antes corrí a oscuras. ¡Alucinante! En el kilómetro 11 nos perdimos un grupo desviándonos casi un kilómetro y medio. Después de retomar el rumbo vinieron un par de tramos que tuvimos que escalar. La experiencia fue sumamente excitante. En el kilómetro 19 me vinieron los primeros calambre. No había llegado ni a la quinta parte de la ruta y me vinieron sobre el cuádricep derecho. Franpisco hizo magia y aflojó el músculo tenso. Ahora tenía que correr más lento para no forzarlo. Acabaré a como dé lugar. Ya van a ser las 8:30 de la mañana, es sol se va asomar con fuerza dentro de media hora. Ahí está el punto de servicio 3 ¡que me apliquen la de Miyagui!

4 horas, 38 minutos y 38 segundos. Este es el mayor tiempo que corrido en mi vida. Este tiempo fue en la misma carrera en San Mateo de Huanchor. Ahora no es en la sierra sino en la costa. Ya dejamos atrás las lomas, los cerros y los trepadones a los que extrañaré mucho. El aire y la altura ya no son problema alguno. Con la ruta más plana atravesamos las chacras, un poblado y los caminos de herradura. El problema ahora viene de arriba: el sol inclemente de la mañana. Bajé mi ritmo para seguir postergando un nuevo calambre pero voy lo suficientemente rápido para mantener caliente el músculo como me recomendó quien me masajeó en el último punto de servicio. A esta hora, en cada punto de hidratación, improviso un duchazo con agua San Luís que refresca todo. Ya me volví un camellito, solo llevo una botella de medio litro que recargo en cada punto. Ya me acostumbré a correr entrenando por más de 2 horas sin tomar agua. Hay suficientes puntos de hidratación en la ruta y están separados cada 7 km en promedio. Son más que suficientes para abastecerse. El año pasado corriendo 21 km aquí mismo me sobrehidraté por tomar agua en exceso y no mojarme. El peso es el mayor de los inconvenientes en una carrera por eso llevar líquido en un envase es mejor que llevarlo en la barriga. Ya son 27 km corriendo, tengo fuerzas de sobra… si solo no tuviera que aguantarme por el calambre, volaría. Vamos.

Kilómetro 42, 192 metros. Esta es la mayor distancia que he corrido en mi exhausta vida. Faltan menos de 8 kilómetros para acabar. Hasta ahora este sería mi tercer maratón. Ya no estoy corriendo, estoy trotando. Hace unos 10 kilómetros que finalmente me vinieron los calambres en la cima de la duna, justo después de treparla. Ahora son los 2 cuádriceps. Con los músculos completamente contraídos y después de intentar soltarlos con unos automasajes, me vino una frustración terrible. No estoy preparado, me dije. Aquí voy a quedar. No pude hacerlo. ¡Rayos!. Mientras intentaba avanzar caminando, el dolor se intensificaba. ¿Había llegado a mi límite? De repente un grupo de chicas quienes me alcanzaron me dijeron: Ya falta poco, la puedes hacer caminando, hay tiempo. Y yo, para mis adentros dije: vine a correr no a hacer trekking. Las carreras se corren así me quede sin piernas. Y empecé a trotar en la condición en la que estaba. Caminar me dolía más que ir trotando. Una carrera de fondo es como la vida misma de forma resumida. Cuando nos va bien todo es perfecto, sin embargo cuando los problemas aparecen, solo hay que tener la entereza para levantarnos y, con los recursos y cruces que tenemos y cargamos, tenemos que hacer lo imposible para lograr lo que vinimos a hacer y ser. Yo vine a correr 50 kilómetros y 50 kilómetros correré sin parar. Ya tengo casi 7 horas corriendo y pasé la distancia de un maratón. Técnicamente ya soy un ultramaratonista, pero no vine por tecnicismos ¡vine a correr!

Reconoces una huella de un corredor por la profundidad de su paso en la superficie. Mis huellas no acarician la superficie caminándola. La adrenalina crece y empiezo a correr con más fuerzas aún. Ya faltan escasos metros para llegar a la meta, se agotó la batería de mi reloj, ya voy más de 51 km corriendo. La gente me felicita, las rodillas nunca dolieron, los muslos si, el sufrimiento ya no es mi opción. Ya son casi 9 horas corriendo… es mi carrera. Ya rompí 3 de mis límites, estoy rompiendo mi camino, por fin soy un rompecaminos.

Jerry Ccanto

Asia, 28 de febrero de 2015.

Kilian no ganó, yo tampoco

Crónica de un no ganador.

a falta de piernas... la voluntad termina la carrera

Minuto catorce, segundo cincuenta y siete, acabo de cruzar la meta. La carrera por fin se acabó. ¡Oh si! Así no quería. Hacerla en más de cuatro horas no fue nunca parte de mi plan.

Los violines suenan majestuosamente y este es mi momento. ′Going the distance′ dixit, Rocky Balboa me manda su canción en este momento, es la señal. Sí que lo es. A los 6 kilómetros a un ritmo muy cómodo de 5 minutos y 12 segundos por kilómetro (5:12/km) voy pasando sobradamente a los corredores del costado abriéndome paso en el asfalto, rompiendo los grupos formados por los clubes de runners, adelantando por las veredas, con la postura erguida, la más adecuada, sin talonear, la zancada perfecta, los brazos formando 90º, la mirada siempre al frente, los lentes oscuros para que ningún mosquito se estrelle directamente sobre mis ojos, pobres de ellos morirán atropellados por esta máquina de correr, las manos como agarrando huevos. Todo va mejor de lo planeado. Llegaré en menos de 3 horas y media. Mi cuerpo responde fantásticamente, la estrategia de dividir la carrera en 3, donde la primera la correría a 6:00/km, la siguiente a 5:30/km y la última a 5:15/km ya no tiene sentido, me mantendré a este ritmo. Si la hago. Cinco meses de entrenamiento duro y parejo, de despertar a las 4:30 am todos los días para correr siguiendo el plan para maratón nivel intermedio de Garmin ha dado sus frutos. Ya pasé al pacemaker (o liebre) de las 4 horas, al de las 3 horas con 45 minutos ni lo vi. Voy a la caza del azul, el de las 3 horas con treinta y me mantendré a su ritmo cuando lo alcance. Hoy no me toca correr, hoy volaré.

Kilómetro 25. Voy a guardar energías para quemar los últimos 10 kilómetros. Si eso haré. El trayecto de la carrera pasa por la ruta que hice con Ana María, por el Golf de San Isidro, Salaverry y Javier Prado. Fue genial haber sido su cómplice en su primer 10K hace un mes preparándonos para esta tremenda carrera. Ella 10 y yo 40. La romperás, Anita. Mi Magdalena querida, la vieja avenida Brasil por donde desfilaba en mis épocas del colegio, me recibe con su húmedo clima que le baja los calores corporales y me refresca. Estoy que ardo como avión en llamas. Me encuentro con un tremendo trail runner en un tramo de la ruta, el buen Manuel Ignacio. Es como encontrarme con la familia en tierras extrañas. ¡Montañas, espérenme! Ya iré a acariciarlas y deleitarme de sus texturas bajo los pies, sus colores de fiesta, del aire sanador, los siempre verdes campos y la sonrisa de los campesinos. Ya llego. Pero ahora déjenme guardar energías que la ruta que viene es de subida por la avenida del Ejército y antes que otro corredor de montaña, lo sé por sus implementos: medias compresoras, mallas, jersey ceñido y cinturón de hidratación, intente siquiera adelantarme. Ay fo.

¿Cómo se toma el agua en vaso mientras corres? Se me derrama en el intento. No hay de otra, tengo que parar. La hidratación en toda la carrera es la correcta, solo tomo lo necesario, menos de un vaso, 150 mililitros. No llevo ningún implemento que me genere algún peso innecesario, solo un canguro plano donde solo cabe el dni, las barras energéticas (solo 2) y un par de geles de la gran Soni Power, el tercer gel lo tomaré en el kilómetro 35 para el remate de la carrera. Hasta el mp3 tiene las canciones necesarias, ni un kilobyte más, ningún peso extra es la regla. Estas zapatillas nuevas son ligerísimas, aunque me recomendaron tenerlas dominadas quince días antes, pero con los trotes de esta última semana son más que suficientes. Hace poco no más, en diciembre, corrí mi primer maratón con el apoyo y asistencia de Sonia. A pesar de no haber sido oficial, la ruta que armé fue muy bonita, pasé por los mejores paisajes urbanos habidos y por haber para correr: Caminos del Inca, Pentagonito, San Borja Sur, Del Parque Sur, Aramburú, El Olivar, la Arequipa, el parque De La Reserva, Campo De Marte, Salaverry, el malecón de Miraflores, el Reducto, el Cortijo, Castilla, San Roque y terminé en mi vieja ′Pampa Urbana′, entre Próceres y Precursores de Surco. Esa vez la hice en 4 horas y media sorteando los autos, parando cuando el semáforo me lo pedía y esperando a Sonia cuando se me perdió después del kilómetro 35. Yo corría y ella me pasaba los geles, las barras y los ánimos desde su bicicleta. Mi primer maratón ¿cómo olvidarlo? Y eso que la misma noche también corrí la 10K de Nike. Ahora no hay Sonia ni semáforos, solo corro, corro solo. ¡Ya vi! El agua se toma doblando el vaso, haciendo un pico.

Acabo de ver a la liebre de las 3 horas y media, ahorita lo alcanzo al compadre. Ya pasé el famoso kilómetro 30, el bendito muro de los 30K. Yo estoy fenomenal. Paredes ni muros van conmigo. Psicológicamente estoy más que listo, es más, puedo dar consultas. Si la primera vez no la sentí, esta menos. Después de la avenida Ayacucho viene pura bajada, ahí seré, yo mismo soy, ya no ya. El último gel, medio plátano, hidratante, faltan menos de 10 kilómetros, ahora es cuando. Seguiré el ritmo de Andrea, my personal sprinter, quien me hizo comer el polvo de sus zapatillas cuando corrimos por el Pentagonito. Un, dos, tres, ahí vamos. ¡No puede ser!, esto es… un calambre. ¡Un calambre! ¿Ya que hago? No subiré el ritmo por ahora. ¡Rayos! ¡Calambre del mal! Es uno chiquito, aquí en el muslo derecho. ¡No! ¿Por qué ahora? ¡Esta es mi carrera! Vamos piernita, nunca te acalambraste en el asfalto y ¿ahora se te ocurre? Vamos nena, somos un equipo ¿recuerdas? Vamos lento, hasta que pases y luego quemamos el asfalto, mira que hemos estado viniendo a 5:30/km para guardarnos para este momento. ¿Qué son 10 kilómetros? ¡No son nada! De repente experimente una inminente frustración ¿Será posible que me pase esto? ¿A mí? Debe ser parte de las anécdotas que contaré de esta carrera. No me preocuparé. Plan B, llegaré en 3 horas y 45. Aún no me pasa la liebre. Parque Mora, rumbo al Golf, el trayecto es pura subida a partir de ahora. ¿Qué lindos son los que armaron esta ruta? Finalizarla subiendo… ¡Malvados! ¡Vamos no más! Pam pam para pam pam pam para pam… esa es la canción, ′Gonna Fly Now′, Rocky nuevamente. ¡Resiliencia, sal del closet! ¡Haz lo tuyo! Un señor en bicicleta está a mi costado, me ofrece agua. Si por favor. Es un ángel de la guarda. Seguimos. A esta altura la distancia entre los corredores es grande. Casi siento correr solo. Au. Un batallón pasa a mi costado. No puede ser, el pacemaker de las 4 horas. Ya ¡Que mierda!, seguiré su ritmo, así me rompa la pierna, debe estar yendo a 6:00/km, ese es mi ritmo de trote lento. ¡Rayos, se están alejando! Ya fui. Si tuviera una toalla en este instante la tiraría, literalmente.

¿Qué pasó? Lo sabía, no debí correr tan rápido al inicio ¿Qué estaba pensando? ¿Cuántas veces he corrido más de 33 kilómetros? Solo en mi anterior maratón y en mi cumpleaños número 33. Claro pues, esto es un nuevo mundo. Correr a 5:12/km ¿a quién se le ocurre? No debí tomar esa cerveza ayer, debí comer más sanamente las semanas anteriores, mucha cancha en el cine, mucho guiso en el almuerzo y la fruta, bien gracias, no se me antojaba y prefería un rico cheesecake a media mañana. Debí tomar más agua todos los días. ¿Sabes qué? No estoy hecho para esto. ¡Abandono!

No soy el único en querer abandonar, hay varios que están tirados en las bermas, en las veredas, en los jardines. Muchachos no se rinda, pensé. Hay alguien que si grita lo que pienso: Si vamos, no pares, camina siquiera, vamos. Definitivamente, esta carrera la voy acabar a cómo de lugar. Au. Otro calambre, en el otro muslo. ¿Así que me la quieres complicar? ¡Ya verás! Un punto de hidratación. Agua y Powerade por favor, el hidratante para mi sed y el agua para mis piernas. ¡Qué buena sensación!. Sigo. Au ¡No! Otro más, ahora en la pantorrilla derecha. Espíritu versus cuerpo, mente versus dolor. Ni hablar, aquí mando yo ahora. He dicho que vamos y vamos. Kilómetro 41, ya estoy en Juan De Arona. Uy. ¿Y estos muchachos en bluejeans y calzando slaps? Ah, están acompañando a… debe ser su tío o su padre. ¡Wow! Mierda. Si tuviera hijos, quisiera que hagan esto por mí, acompañarme al llegar a la meta. Gracias muchachos, vamos vamos. Señor, sus hijos son lo máximo. Seguro la esposa lo espera al final con un ramo de flores, lágrimas en los ojos y un suculento beso. Como diría el negro mama: Algún día. Ya falta poco. Lo único que quiero es acabar. Siempre he dejado todo en los últimos quinientos metros. ¡Ahora! Au, por abrir más la zancada sentí un espasmo en la ingle. Mejor vuelvo al mismo paso. ¿Quién me llama? Franpisco, Luz, muchachos, miren mi pierna, me duele. No esperaba a nadie realmente. ¡Qué sorpresa!. Solo quiero cruzar, quiero que se acabe. La liebre de las 4 horas con 15 me acaba de pasar un par de pasos antes del arco de la meta.

Acabé.

Después de todo lo hice mejor a comparación de mi primer maratón por quince minutos menos. Esto amerita una venganza. Maratón, nos veremos la siguiente vez y esta vez será en las 3 horas y media que quiero. Ya verás. Si Kilian Jornet no ganó el Transvulcania de este año, pues yo tampoco este Lima 42K 2014. Nos guardamos para la próxima. Ahora solo quiero un masaje.

Jerry Ccanto

Surco, 18 de mayo de 2014